27 de diciembre de 2008

Tendiendo puentes...


Adoro los puentes, tengo una fijación confesa con ellos.

En parte por su carácter simbólico, por la idea que encierran de unir espacios, de articular, de tender y crear nuevos caminos, salvando los obstáculos.

Pero es que además, y desde un punto de vista arquitectónico, los puentes plantean formidables desafíos a las capacidades humanas. Más grandes, más largos, con irregularidades orográficas a salvar, en tierras inestables para cimentar, sometidos a los vientos y a las inclemencias meteorológicas de todo tipo, víctimas potenciales de los movimientos sísmicos, vulnerables a la erosión, a la corrosiva humedad, al sol abrasador, los puentes son casi casi organismos vivos que respiran, que crecen y se encogen, y requieren de un perfecto diseño y de la adecuada elección de los materiales para adaptarse al uso, al territorio, y cumplir con su función con la mayor eficacia posible, durante el mayor tiempo posible...

Vertebrar espacios, cohesionar territorios, posibilitar la comunicación, el tránsito de personas, capitales, mercancías, ideas, ha sido siempre una necesidad y elemento sustentante de desarrollo económico y de progreso, algo que se ha conseguido levantando puentes. No en vano, los puentes han sido siempre objetivo estratégico en las guerras, los primeros en verse atacados, en caer destruidos, en verse sometidos a los más despiadados bombardeos.

Y los puentes como perfectos miradores, lugares a los que encaramarse y asomarse, simplemente, a contemplar el paisaje, a disfrutar de la vista, sintiéndose más feliz, más liviano. Estas maravillas de la ingeniería civil llegan a menudo a aglutinar funcionalidad y belleza, traspasando la frontera de lo práctico para entrar en terreno de lo artístico. Y digo a menudo porque en los últimos tiempos nos estamos acostumbrado a presenciar bestialidades constructivas y urbanísticas que nada tiene que ver con lo que comento (esos descalabros de hormigón, cristal y cemento en ríos con puentes viejos, esas pasarelas todas cortadas por el mismo patrón para salvar los tajos de las carreteras...). Recuerdo el puente de Toledo, en Madrid, de piedras viejas y un barroco churrigueresco apabullante; el puente de Rande, casi pintado de acuarela entre los montes en Vigo; los andaluces puente del Alamillo, a modo de arco tensado, y el de la Barqueta, casi como un abanico en movimiento, el Viaducto de Madrid, algo maltrecho desde que pusieron las mamparas anti-suicidas; el Ponte Rialto, con esas joyerías tan peculiares; el precioso puente de Alcántara; el puente de Segovia, al que ni siquiera miramos, y tantos y tantos puentes que conozco de memoria sin haber puesto ni un pie en ellos. Como este de Carlos, en Praga, o los norteamericanos, o el de Londres, o los puentes del Sena...


5 comentarios:

Wilsoke dijo...

Vaya, me ha encantado el post, has conseguido que vea los puentes de otra forma (me encanta ver el sentido simbólico de las cosas cotidianas)... Gracias.

eMe dijo...

Gracias! Me gusta observar y pensar en las cosas, y trato de admirarme con lo que nos rodea, y no quedarme en lo fácil, en lo aparente...creo que en realidad, todo es mucho más complejo de lo que pensamos, para ver la complejidad de las cosas, hay que rascar un poquito con la uña en la piel de la superficie, y entonces, empieza a salir el brillo...

Anónimo dijo...

Pues no conocer los puentes de Paris o Londres tiene delito... por lo cerca y baratito, me refiero. Siempre puedes organizar una escapada de fin de semana y ponerles los pies encima :)

eMe dijo...

Tienes razón, Uxio...están cerca, pero dos días no me darían para nada en ninguna de las dos ciudades, por eso espero a tener más tiempo para ir en condiciones... :( Ces't la vie...

Javier40Madrid dijo...

Va camino, entre esculturas, de la Plaza de San Pedro. A su derecha, no se visualiza aquí, una barcaza fondea mientras espera a turistas que hacen plaga. Toda la ciudad es para andarla, más que para adentrarse y visitar cosas... En realidad son varios puentes, que en esta ciudad a diferencia de otras, parecieran brazos que enlazan un verdadero "otro lado"...