8 de mayo de 2013

John Barry

Otro creador de sueños, ambientador inevitable de aventuras, trovador musical de dramas. Uno de esos narradores que en vez de contar con palabras, describen y acompañan con notas, uno de los más grandes compositores de la Historia del Cine, así con mayúsculas, fue John Barry. 

Compositor británico fallecido, a los 78 años, en 2011, al que muchos recordarán por la banda sonora de la maravillosa y romántica Memorias de África, pero que ya era mundialmente famoso por haber sido capaz de pergeñar ese pegadizo tema de James Bond.

El joven John ya parecía predestinado al mundo musical del celuloide. Su padre poseía la cadena de cines de su ciudad de origen, York, donde él fue proyeccionista en sus años mozos.

Con anterioridad ya había aprendido a tocar la trompeta y el piano, así que no es extraño que tocara en una banda de jazz local, hasta su marcha al servicio militar (donde por cierto, y como era previsible, se enroló en la banda). En los años 50, antes de que le surgieran sus primeras oportunidades en el celuloide, fundó un grupo musical The John Barry Seven. Y alcanzó una notable popularidad en el Reino Unido.

Cinco oscars cosechó este grande entre los grandes en una carrera musical, para cine y televisión, caracterizada musicalmente por ese uso tan particular y lírico de las cuerdas y de los vientos. 

¿Cómo no acordarse, como os decía de la música que narraba aquella historia de una europea en África?



Hasta 12 bandas sonoras para la saga de Bond compuso John Barry. El rostro de Bond cambiaba pero no su oído. JB supo construir el sonido Bond, sensual y jazzístico. Una buena muestra es el electrizante tema de Goldfinger con la incomparable Shirley Bassey (fijaos bien en ella, creo que merece un post aparte..).


Otra muestra posterior es el nuevo sonido Bond a partir de la película Desde Rusia con amor, igualmente distintiva y difícil de olvidar.


Pero como os decía, John Barry fue responsable también de otras bandas sonoras oscarizadas como la muy emocionante Nacida libre (1966), El león en invierno (1969) o Bailando con lobos (1990) por citar algunas de las obras maestras de este excepcional compositor.

Extenderme en su prolija y preciosa obra sería absurdo. Os dejo un extenso vídeo del homenaje que se le hizo en el Royal Albert Hall en junio de 2011, a los pocos meses de su muerte, con la participación de muchos de sus amigos y una hemosa selección de sus obras para escuchar y seguir escuchando hasta la saciedad. 




3 de mayo de 2013

Clásicos de la cinematografía universal VIII

Conservo nítidos recuerdos de mi infancia asociadas a cómo me sentía o cómo me sentí evetualmente, viendo determinadas películas. 

Yo no sé si por entonces ya era rara, ni qué puñetas hacía yo viendo cine de adultos, películas que quizás no debería estar viendo so pena de correr el riesgo de tener pesadillas, pero El planeta de los simios (1968) fue una de aquellas películas que se me quedó marcada a fuego en el hardware de mi memoria visual. No me cabe duda de que la culpa de esta deformación es de mi padre, empedernido aficionado y responsable de varias de mis más grandes pasiones: el cine, los libros y la música. 
Él es el bendito culpable de que yo ahora sea como soy. 

El caso es que he tenido ocasión de verla, esta vez en gloriosa pantalla grande, en un marathón de cine fantástico organizado por el Círculo de Bellas Artes de Madrid 1 y 2 de mayo. Impresionada me he quedado porque, como casi siempre, nada tiene que ver un largometraje en el cine con verlo en televisión. Impresionada por la fueza del filme y el vigor de lo que se cuenta (pese a que la tecnología presentada esté absolutamente desfasada y dé algo de risa), por el nivel de la caracterización y de la fotografía, y por el trabajo actoral. 

Morada me puse, como decía mi amigo D, de ver a un esplendoroso Charlton Hestom semidesnudo, atlético y moreno, al que yo siempre había considerado más bien un mal actor y que en esta película, viéndole y oyéndole en versión original, me parece un actor más que competente, muy por encima de muchos de sus actuales colegas, primero cínico, luego perplejo y beligerante, finalmente desazonado e incrédulo. Un Charlton Heston bien arropado por un equipo simiesco más que competente. Y por una banda sonora de Jerry Goldsmith, muy de la época, capaz de contribuir eficazmente al desasosiego general.

Inquietante es la palabra que mejor define a esta película de Schaffner. Volvió a producirme la desazón que sentí siendo niña, y a salir del cine pensando y sintiéndome muy pequeña.    



11 de abril de 2013

Oz


Fiel a mis costumbre y a mis aficiones, acudí al cine a ver Oz, el Poderoso (creo que en España se ha titulado Oz, un mundo de Fantasía), la inevitable revisión contemporánea de la inolvidable película de Judy Garland.

Bien es cierto que no tenía grandes expectativas hacia esta película por cuanto la historía es archi-conocida, y los personajes a priori no hacían presagiar interpretaciones de Oscar. 
Ni falta que hacía. El gancho que me hizo gastar la pequeña fortuna que a día de hoy cuesta ir al cine fue un traíler (debajo) que presagiaba un despliegue inusual de animación, perfección visual, paisajes alucinantes y efectos especiales. Eso, y la mano maestra del fantástico Sam Raimi, un seguro contra el aburrimiento (director de la trilogía de Spiderman y productor de la originalísima Alicia en el País de las Maravillas de Burton). Y por qué no, un reparto más que decente (James Franco, Mila Kunis, Rachel Weisz, y Michelle Williams).


Me lo pasé como los niños.

Sin temor a exagerar, no recordaba haber visto nunca en pantalla grande una demostración similar de talento en la animación y la recreación de paisajes fantásticos. La disposición de todo tipo de medios visuales y tecnológicos han permitido dar forma eficazmente a escenarios que antes sólo estaban en la imaginación, lo cual no ha sido en desdoro de esta superproducción. 


Podría pensarse que la película es un precioso envase con un conjunto de enormes bellezones en pantalla. Y lo es, no puede negarse. 

Sin embargo, me ha parecido un filme respetuoso con el espíritu de la novela de Baum, insospechadamente vinculado a la melíflua versión de Judy Garland (sin embargo, ¿qué tendría esa película? Yo estaba enamorada de los chapines de rubíes de la ñoña Dorothy y del camino de baldosas amarillas...) y respetuoso con el público (una historia con lecturas adultas que transcurren en paralelo a la más evidente codificación para los niños). 
 
No pude evitar acordarme de la primera versión en la recreación de la ciudad de Oz con sus absurdos duendecillos y personajes, en la bruja mala y su escoba (aunque la versión 2013 está evidentemente sexualizada), y en general en el espíritu fantástico, más bien alegre, lleno de maravillas y algunos horrores, latente durante todo el metraje.

Y algunos detalles excelentes, tiernos, conmovedores, asombrosos, que le dan interés y carácter particular a esta película. Esa larga introducción en blanco y negro, con la pantalla reducida, correspondiente a la gris y cruda realidad del estafador y fracasado Oz (histriónico y eficaz James Franco); el expresivo, casi humano mono volador, que tiene el papel de la película, y la deliciosa niña-muñeca de porcelana, con su carita brillante y su fragilidad siempre puesta a prueba. 

5 de abril de 2013

Fonemoramas

Si canto soy un cantueso
Si leo soy un león
Si emano soy una mano
Si amo soy un amasijo
Si lucho soy un serrucho
Si como soy como soy
Si río soy un río de risa
Si duermo enfermo de dormir
Si fumo me fumo hasta el humo
Si hablo me escucha el diablo
Si miento invento una verdad
Si me hundo me Carlos Edmundo

Carlos Edmundo de Ory

30 de marzo de 2013

Deseo



Dicen que el deseo es el anhelo de saciar un gusto. El deseo es un poderoso motor de acción, aparentemente irrefrenable, desencadenado por el sentimiento, de una enorme complejidad, y pese a ser un término polisémico, con frecuencia de otorgamos un significado unívoco, relacionado sólo con el sexo.

Una preciosa reflexión de Punset devuelve al deseo todo su colorido (El alma está en el cerebro):
El deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica, nos dispara y proyecta, nos vuelve excesivos, hace que vivamos en la improvisación, el desorden y el capricho, máximas expresiones de la libertad llevada al paroxismo. El deseo reivindica la vida, el placer, la autorrealización, la libertad. Unos planifican su vida, mientras que otros la viven al ritmo que les marca el deseo. El deseo de vivir y de hacerlo a su manera. Por eso sus autobiografías son más descriptivas que explicativas, pues sus vidas no tanto se deben a los resultados u objetivos cumplidos, sino al sentido inherente al mismo proceso de vivir. Y este proceso, de uno u otro modo, lo establece siempre el deseo. Si bien el deseo rebosa incertidumbre acerca del itinerario, a muchas personas les garantiza la seguridad en cuanto a los pasos dados. Bien entendido el deseo no es una voz oscura, confusa y estúpida, sino que - en una persona madura - es luminosa, clara e inteligente. Las emociones están en la base de los deseos y de la inteligencia se dice que es emocional. Visto de este modo, el deseo se convierte en el portavoz de uno mismo.
Todo esto esá en el Deseo de Miguel del Arco que durante unas semanas han programado en el Teatro Alcázar de Madrid. Pese a esta obra trata de las pulsiones, sobre todo de las pulsiones que no se confiesan, de los impulsos y su realización. Y el deseo se acerca más a lo inconfesable, pierde hondura filosófica quizás, mostrando su cara más oscura, la de los platos rotos. Los platos que se rompen cuando Ana (Emma Suárez) invita a su amiga del gimnasio Paula (Belén lópez) a pasar un fin de semana a su casa de campo con Manu (Gonzalo de Castro) y un amigo recientemente divorciado, Teo (Luis Merlo). 


Ana es la dócil, la buena, la doméstica, la respetable, y Paula la libertina, la vivalavirgen, la peligrosa, la puta. Del mismo modo, Manu es tranquilo, respetable, de orden, y Teo es un hombre que se deja arrastar por sus deseos (básicamente, como en el caso de Paula, los sexuales). Cuatro personajes aparentemente diferentes que en el fondo no divergen tanto como aparentan. Y que acaban cayendo en una especie de locura en ese fin de semana que empieza frívilamente y acaba mortal y envenenado.

Los actores están muy bien y me encantó el montaje, ese escenario rotatorio y absolutamente polivalente que refleja las propias turbulencias de los personajes e incluso sugiere cierta claustrofobia. Sin embargo, por qué será, al final salí con la sensación de haber recibido un mensaje reaccionario. Vosotros/as juzgaréis.