Durante toda mi vida, he sido una fanática de la animación. Walt Disney, Tom y Jerry, Pixie y Dixie, La hormiga atómica, el Superratón, Los Picapiedra, el Gorila Maguila, Don Gato, Bugs Bunny o los Terry toons, han sido parte importante de mi infancia y de mi deformación como persona.
Hoy en día, a mis 34 años, no sólo no he perdido el gusto por los dibujos animados sino que se ha incrementado. Tanto es así que sigo con devoción las películas de Dreamworks o los genios de Pixar, que vienen a ser los Walt Disney del momento y han venido a dignificar una cinematografía mundial, y particularmente norteamericana, a mi parecer en horas bajas.
Pero Europa no se queda atrás. Ahí tenemos a los especialísimos Aardman con sus comiquísimos y muy tiernos Wallace & Gromit - de los que ya hablaré en otro post -. Cuando Aarmand no era ni un pálido reflejo de la compañía que llegaría a ser, realizaron para Peter Gabriel uno de los mejores vídeos de la década de los 80, demostrando el grandioso y original talento que alguna vez llegarían a desplegar: Sledgehammer.
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