Un rey con pánico a hablar en público.
De eso trata la última película de Tom Hooper, El discurso del rey, que cuenta cómo el Duque de York, que posteriormente sería el rey Jorge VI de Inglaterra, y padre de la actual monarca, se decidió a buscar ayuda profesional ante sus problemas para articular el habla en público: Jorge VI era tartamudo.
El pobre de Jorge VI, que no estaba dinásticamente llamado a reinar, se vio sin comerlo ni beberlo con la royal crown en la cabeza, cuando el veleta de su hermano Edward (cómo se repite la historia) decidió abdicar para poder dar rienda suelta a su relación con una divorciada de Baltimore, Wallis Simpson (ambos acabarían, como me comentara mi padre, alquilándose para acudir a dar relumbrón a las fiestas de adinerados como la Duquesa de Alba...).
El caso es que a Jorge no le quedó más remedio que acudir uno tras otro, a todo tipo de terapeutas, hasta que se tropezó con un australiano afincado en el Reino Unido, Lionel Logue, de métodos poco ortodoxos, que en la Gran Guerra se había dedicado a curar a ex-combatientes afectados por patologías traumáticas del habla. Y la película, basada en una novela escrita por el nieto del terapeuta, cuenta la relación que se estableció entre ambos personajes.
No sólo se trata de una historia inédita e interesante en sí misma, sino que se despliega en esa pulcritud formal y narrativa a la que acostumbra el cine inglés, con un cuidado diseño de producción, diálogos excelentes, una banda sonora preciosa a cargo de Alexandre Desplat, una disolución homogénea de ironía, ligereza, contención y trascendencia, y el perfecto desempeño de un puñado de actores de lo más granado del cine inglés y australiano actual: creíble y espartano como siempre Colin Firth en su papel regio (nominado al Oscar), divertido y excéntrico Jeoffrey Rush (Lionel Logue), y a la altura de los anteriores un Guy Pierce a todas luces abrumado (Edward), Timothy Spall (Churchill) y los fantásticos y a su manera, solemnes, Michael Gambon (Jorge V) y Derek Jacobi (el arzobispo de Caterbury). Una película para disfrutar.
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