14 de septiembre de 2010

E-B

Este otoño, los conciertos extraordinarios que celebra la Orquesta Nacional en el Auditorio de Madrid, en el denominado Septiembre sinfónico, están dedicados, siguiendo el leit motiv del ciclo 2010-2011, a la música de cine.

Pensaba en la reducida y nada representativa selección de temas (desde Max Steiner a Roque Baños, pasando por Alberto Iglesias, Nino Rota o Bernard Herrmann) de grandes compositores para la gran pantalla, y elaboraba mi propia lista de cabeza. 

Han salido varios nombres. Siempre he defendido que la verdadera música sinfónica del XX y de este incipiente siglo XXI, es la compuesta para el cine. Pero hay uno, aparte del ya mencionado en este blog John Williams, por el que siento una especial debilidad. En la foto podéis verle, dirigiendo en los años 60. Si os digo Elmer Berstein, puede que su nombre os deje fríos. Pero sin duda, conoceréis su música. 

Elmer Berstein fue un niño prodigio. Neoyorkino nacido en 1922, de muy pequeño ya tenía una clara inclinación por las artes, y a los doce años, edad a la que ingresó por méritos propios en la Juilliard School para estudiar piano, ya tenía sus propias composiciones. Una profesora con buen ojo - u oído -, le llevó a hacer una prueba ante, ni más ni menos, Aaron Copland, que le asignó un maestro. Copland influiría en su dedicación posterior a la composición para la gran pantalla. Pero antes de que esto ocurriera Elmer Berstein recorrería, entre los años 30 y 50, las principales salas de concierto de todo el mundo, en calidad de director de orquesta y virtuoso del piano. Su carrera, contra lo que pueda parecer, no fue un camino de rosas. Durante la Segunda Guerra Mundial fue reclutado por el ejército americano, para el que se dedicó a componer las bandas sonoras de sus programas de radio y a hacer arreglos de música folk. Ello influiría decisivamente en su trabajo cinematográfico posterior, impregnado de nuevos ritmos, e innovador en su utilización de jazz en sus partituras. Durante la era Maccarthy, su aparente cercanía a ciertas causas de izquierdas le relegaron a trabajar en películas de bajo presupuesto, de la serie B.

Fuera como fuese, la decisiva intervención de Cecil B.DeMille, que le encargó la música de Los diez mandamientos, le puso sobre la pista de una gloriosa carrera que se prolongaría hasta su muerte, en 2004, habiendo compuesto más de 200 bandas sonoras. Entre ellas algunas como Los siete magníficos, Matar a un ruiseñor, Como un torrente, Los comancheros, El hombre de Alcatraz, La gran evasión, La edad de la inocencia, y así hasta catorce nominaciones a los Oscar (premio que obtuvo en una ocasión).

Me gustaría compartir con vosotr@s esta celebérrima banda sonora, que  nos retrotrae instantáneamente a tiempos violentos, paisajes grandiosos, y hombres de roca en defensa de su honor, pequeña muestra del enorme talento de este fabuloso compositor...



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