Cada vez me gustan más los cuentos.
No me refiero a las mentiras ni a las historias inventadas para huir de la realidad, ni a las excusas baratas, a los manoseados pretextos para justificar los errores más viejos.
Me refiero a los cuentos como la mejor forma de literatura, concentrada su esencia en la mínima expresión de páginas y letras.
LITERATURA con mayúsculas, de esa que te atrapa, te zarandea y no te suelta hasta oírte reír o llorar. De eso va este post tras haber caído en mis manitas - a mi hermana Aurora gracias -, ese tipo de libritos de los que hablo.
Niños en su cumpleaños, de Capote, narra la pequeña historia de la llegada, a uno de esos pequeños pueblos del sur norteamericano donde lo único que se puede hacer es desaparramarse en los porches a comer helado de tutti-fruti mientras se ve pasar el autobús, de la niña Miss Bobbit, con su extraño comportamiento.
Sin ser experta en Capote diría que derrocha todo el talento y el sarcasmo que le caracteriza, y una cierta perversidad, esa negritud de los personajes que se ve en todas sus novelas.
Muy bien escrita, 60 páginas que se leen sin sentir.
¿Y qué decir se Stefan Zweig que no haya sido dicho ya?
Pues que en las 64 páginas de Las hermanas, nos ofrece una versión inédita, renovada pero característica de su escritura, a través de la historia pícara y moral de dos hermanas gemelas que se dedican a competir entre ellas de la más extraña manera, siendo Sofía la razón y Helena la pasión. Queriendo recuperar el esplendor pasado de su familia, una se entrega a la virtud y la otra al vicio pero, como demuestra el cuento, la línea que separa a ambas es muy delgada y fácil de traspasar...
Y no cuento más, pues esta brevísima historia proporciona un goce para los sentidos casi casi pecaminoso...
Y por último, La bailarina, de Ogai Mori, enésimo escritor japonés al que leo y que goza, según cuenta el libro, de gran reconocimiento en su país. Contemporáneo de Soseki, en La bailarina narra el encuentro del expatriado Toyotaro Ota, estudiante japonés en Alemania, con Elise, de la que se enamora. Y ahí empiezan los problemas de Toyotaro, altamente apegado a su honor y a lo que todos esperan de él...
Lo que os decía, literatura de la buena...ahora que llegan las Navidades...
1 comentario:
Intentaré hacerme con el de Stefan Zweig en mi próxima visita a Madrid. Me ha gustado todo lo que he leído de él.
Y puestos a hablar de cuentos... los mejores los de Oscar Wilde, por supuesto! Para releer siempre :).
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