31 de marzo de 2011

Un mundo que flota

No sé si conoceréis a Jacques Henri Lartigue. A mí su nombre no me decía nada cuando leí que Caixaforum programaba una exposición sobre su obra.
Dicen que es el fotógrafo de un mundo que flota, debido a la serie de instantáneas que tomó de personas que saltaban y se sostenían en el aire, suspendidas como por encanto. 

En todo caso, después de haber visto sus imágenes entiendo que esté considerado como uno de los grandes fotógrafos del siglo XX.
Sus fotos de gente flotando son graciosas, divertidas. Sin embargo, a mí me emociona más su lucha por captar la felicidad con su objetivo, de personas riendo, despeinadas, arrugadas, sucias pero vivas. Gente haciendo deporte, en la playa, montando en bici, haciendo volatines, rodando por los suelos. Gente que, con su apariencia decimonónica, en su monocronía de grises, rebosa vitalidad y alegría contemporáneas.

La exposición deja ver también a un artista de mirada fresca y moderna, con una gran capacidad para el encuadre y para encontrar la magia y la sorpresa que se esconden en lo cotidiano. 

Una mirada casi infantil, que se emboba ante los ingenios mecánicos, los cohes, los aviones, los adelantos técnicos y la velocidad de un mundo que se acelera por momentos.

Pero una mirada adulta, seducida y admirativa, prendida de las sofisticadas damas que veladas, con plumas y encajes, pasean como pájaros extraños por el Bois de Boulogne. 
Y paradójicamente más rendida a las mujeres libres, que enseñan su cuerpo con naturalidad, que se relajan en la playa liberadas de todo corsé, que conducen coches y disfrutan de la vida como sus coetáneos varones, con un punto de peligroso y provocativo desenfado.

Así pues, una ocasión estupenda de disfrutar y compartir la visión curiosa y optimsta de este fotógrafo sensacional.

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