5 de noviembre de 2008

Clásicos de la cinematografía universal

De todos es bien conocida mi pasión cinéfila. He pasado horas y horas de mi vida soñando, con los ojos bien abiertos, riendo, emocionándome, engullendo historias y vidas ajenas, viajando a otros tiempos, disfrutando arrellanada en butacas de cine diversas, en invierno al abrigo del calor humano, en verano al amor del gélido aire acondicionado.

Contra lo que mucha gente puede considerar un gasto inútil, una tonta afición, una pérdida de tiempo, a mí la experiencia fílmica siempre me ha parecido incomparable, me invita a perderme como cuando me zambullo en una novela, me abre la mente, me calienta el corazón, me ayuda a reconciliarme con la aspereza de la vida real. Por ello he considerado imprescindible comenzar aquí una serie dedicada a mis grandes películas del cine de todos los tiempos, donde iré desnudando algunas de mis preferencias.

Que comienzo con una película no muy antigua, de 1993, y nunca bastante ponderada. Es una joyita, una comedia ácida que podría haberlo sido más, la manifestación clara del estado de gracia de un cómico al que amas o al que odias sin paliativos. Tierna, dolorosa, desternillante, incluso filosófica. Dirigida por Harold Ramis, narra la historia de un tipo que ve cómo el peor día de su vida se repite una y otra vez. El tipo es Bill Murray y la peli, Atrapado en el tiempo.


No hay comentarios: