3 de mayo de 2013

Clásicos de la cinematografía universal VIII

Conservo nítidos recuerdos de mi infancia asociadas a cómo me sentía o cómo me sentí evetualmente, viendo determinadas películas. 

Yo no sé si por entonces ya era rara, ni qué puñetas hacía yo viendo cine de adultos, películas que quizás no debería estar viendo so pena de correr el riesgo de tener pesadillas, pero El planeta de los simios (1968) fue una de aquellas películas que se me quedó marcada a fuego en el hardware de mi memoria visual. No me cabe duda de que la culpa de esta deformación es de mi padre, empedernido aficionado y responsable de varias de mis más grandes pasiones: el cine, los libros y la música. 
Él es el bendito culpable de que yo ahora sea como soy. 

El caso es que he tenido ocasión de verla, esta vez en gloriosa pantalla grande, en un marathón de cine fantástico organizado por el Círculo de Bellas Artes de Madrid 1 y 2 de mayo. Impresionada me he quedado porque, como casi siempre, nada tiene que ver un largometraje en el cine con verlo en televisión. Impresionada por la fueza del filme y el vigor de lo que se cuenta (pese a que la tecnología presentada esté absolutamente desfasada y dé algo de risa), por el nivel de la caracterización y de la fotografía, y por el trabajo actoral. 

Morada me puse, como decía mi amigo D, de ver a un esplendoroso Charlton Hestom semidesnudo, atlético y moreno, al que yo siempre había considerado más bien un mal actor y que en esta película, viéndole y oyéndole en versión original, me parece un actor más que competente, muy por encima de muchos de sus actuales colegas, primero cínico, luego perplejo y beligerante, finalmente desazonado e incrédulo. Un Charlton Heston bien arropado por un equipo simiesco más que competente. Y por una banda sonora de Jerry Goldsmith, muy de la época, capaz de contribuir eficazmente al desasosiego general.

Inquietante es la palabra que mejor define a esta película de Schaffner. Volvió a producirme la desazón que sentí siendo niña, y a salir del cine pensando y sintiéndome muy pequeña.    



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